¡Búscate una niña y así te relajas!.

                      

Llega el momento de subir al tren y partir en dirección Hidroeléctrica. Acaba de llegar a recoger los pasajeros que bajaremos en la central. Me da coraje ver en los billetes de algunos pasajeros que pone 24 PEN, mejor no pensarlo. Ya está pagado el billete y mi cuerpo necesita descansar para poder llegar bien a la ciudad de Lima.
Así que sin mas preámbulos decido mirar atrás y despedirme del pequeño pueblo en el que he estado estos dos días. ¡Adiós Machu Picchu!... No volveré más por aquí.

Adiós Plaza de Machu Picchu.  
Esperando poder subir al tren, delante mío hay unos cuantos ciudadanos locales y el encargado de los billetes les invita muy amablemente a dirigirse a la parte delantera del tren, y es que hay vagones especiales para ellos. ¡Vamos, como si fuera un lujo de tren!.
En el vagón en el que me asignan veo 14 pasajeros más, todos extranjeros y todos derrotados por KO técnico. A todos los he visto el día anterior en el ascenso al Huaynapicchu. ¡Menos mal que no soy el único con dolores en las piernas!.

Comienza a rodar el tren a una ritmo de vértigo, estoy asustado por la velocidad que alcanza nada más salir del pueblo. Va tan rápido, que mientras salimos vemos como nos adelantan los mochileros que van camino de la central Hidroeléctrica... Inevitablemente me acuerdo de un amigo, y lo mal que lo pasaría con su melena al viento. ¡Entiéndase mi ironía!.
No sé si en algún momento del viaje llegamos a superar los 40 Km por hora, lo dudo, pero vamos avanzando poco a poco a la central.
Cumplimos con el horario establecido, según el billete del tren tardamos una hora y diez minutos en llegar a Hidroeléctrica, eso sí, previas tres paradas para poder dejar que pasen los mochileros, ya que de lo contrario podrían darse un chapuzón no deseado. Y así se evita que no haya ningún accidentado en el camino, y dos veces más para cambiar de vía del tren. Tiempo total de las cinco paradas 30 minutos.

¡Ya estamos en Hidroeléctrica!

Mi siguiente paso es buscar entre la marabunta de personas que hay en la estación el autobús que debe llevarme a la ciudad de Cuzco.
Son las trece horas y cuarenta minutos, no veo el autobús que en un principio me trajo el Sábado.
Su conductor en el momento de bajar del autobús me dijo que sería él mismo quién me recogería, a esperar se ha dicho.
Mientras espero me resguardo del sol bajo unos árboles, ya que la temperatura supera los 25 grados y no me queda casi agua. 
Observando como van llegando los autobuses poco a poco, hay uno en especial que me hace moverme del sitio, así qué levanto el macuto y me aparto del lugar ya que sin más el conductor me echa el autobús encima. Me dirijo a buscar una sombra y es cuando me encuentro con unos chicos que contrataron el mismo servicio conmigo. Están buscando el autobús de regreso. Al poco nos dicen que el conductor no ha ido, que nos llevará otro microbús.

Al llegar al lugar señalado por uno de los conductores que ofrecen el servicio, confirmo que es él el que me va a llevar a Cuzco, así que me dirijo a la parte trasera del autocar y abro la puerta trasera para poder acomodar mi macuto. Subo al autobús y me ubico en la parte de atrás ya que está casi lleno.
Mientras espero que salga en dirección Cuzco, observo que en la parte de fuera hay varias personas que venían conmigo el Sábado e intentan subir su macuto en la parte de atrás del autobús. Como no cabe, escucho cuando el conductor del autocar en cuestión tira todas la mochilas al suelo y de mi macuto sale disparada la cantimplora. Así sería la fuerza con la que la lanzó, que mi cantimplora termina rodando 10 metros.
Al escuchar el ruido del golpe, me asomo por la parte de atrás y veo que mi mochila está en el suelo, llena de polvo y sin ella. Me bajo a recuperarla y cuando regreso le digo a el conductor del autobús que debería tener más cuidado con las pertenencias de los pasajeros. Le digo que aunque sea un macuto llevo cosas que se pueden estropear a lo que el señor muy amablemente me espeta, "búscate una niña y así te relajas". 
No doy crédito a lo que acabo de escuchar, ya me he calentado, por lo que respondo que me parece de muy mal gusto lo que acaba de decir y que debería tener un poco más de educación y de respeto. El señor en cuestión me dice de nuevo que busque la niña y comienza a reírse en mi cara, ¡Ya es lo último vamos!.
Le respondo que es un desagradable y me subo de nuevo al autobús. No llevo ni dos minutos de estar sentado en él cuando me dice que yo no viajo porque no es mi autocar, y con esas me baja del autobús y me deja ahí tirado. ¡Será posible!.

Ya me he calentado más que la temperatura local, me enfrento a él y le reclamo que me preste el servicio que le he pagado a su empresa, él se hace el sordo y me baja la mochila así sin más. ¡Alucino!
Un conductor que se ha dado cuenta de todo me dice que hablará él por mi para que me deje subir de nuevo al autobús, que me calme y que intentará solucionarlo. Respuesta del conductor, yo no llevo a el Español ese.
Algunos pasajeros salen mi defensa y se enfrentan a él para pedirle explicaciones. Hasta una pareja Polaca que no entienden español se enfrentan a él para convencerlo de que me deje viajar. Imposible, me deja tirado.
El conductor que se había ofrecido a hacer de mediador, ante tal despropósito, me dice que a él le quedan cuatro plazas disponibles de momento y que me llevará a Cuzco, así que me invita a su autobús y me siento en la parte de atrás a esperar la salida.
Una vez montado y después de hora y media de retraso decidimos salir en dirección Cuzco. Mi autocar lleva dos asientos vacíos en la parte delantera y la gente se mueve para ir más cómodos.
No llevamos 25 minutos de camino recorrido cuando el conductor que me había bajado llama al conductor actual y le pregunta si lleva a unos pasajeros que le faltan, normal, me ha dejado tirado. ¡Será tonto!.
El conductor le dice que sí que estoy ahí, que él me dejó tirado y que no pensó en dejarme en esa situación. Sin más, el conductor para en el  pueblo de Santa Teresa y nos dice a todos los pasajeros que tenemos que esperar a que venga el conductor en cuestión. No comprendemos el motivo pero nos toca esperar.
Quince minutos después de haber estacionado en la plaza central, aparece el conductor y hace bajar a dos turistas diciéndoles que no les lleva por haberme defendido. ¡Tendrá cara el tío!.
Efectivamente cuando bajan del autobús en Santa Teresa me acerco a ellos a preguntar que ha pasado y me comentan que por haber salido en mi defensa los deja sin servicio. Y lo peor de la situación es que los separa de las chicas con las que viajaban, los dejan ahí en Santa Teresa y emprende la marcha de nuevo. Los chicos de nacionalidad Chilena no dan crédito a lo sucedido, por suerte van dos asientos vacíos en mi autocar. ¡Es para denunciar al conductor!.

                                               

                                                

                                               

                                                

Barrancos de más de mil metros de altura acompañan mi viaje, me quedan por delante cinco horas de camino. ¡No veo la hora de llegar ya a Cuzco!

                                      

                                      

Se hace de noche y aún nos quedan tres horas más de camino, por suerte estamos avanzando bien en el único tramo pavimentado que hay. Esto nos ayuda un poco, ya que ascender la Cordillera de los Andes cuesta y mucho.
Ya se ven las luces de la ciudad, nos queda una hora más o menos. Son las nueve menos cuarto de la noche y el conductor nos da una tregua de 10 minutos para poder ir al baño y comprar una botella con agua. Es la única parada que hace desde que salimos del pueblo de Santa Teresa.

Ya estamos en Cuzco, comienza el descenso a la Plaza de Armas, y ya siento de nuevo en mi cuerpo los 3399 msnm de la ciudad. ¡Me ahogo!.
Llegamos a la Plaza de San Francisco, fin de nuestro viaje. Al bajar me acerco al conductor y le pregunto que el servicio que había contratado incluía dejarme en el hotel, a lo que él me responde que me han mentido. Que el servicio termina siempre en esa plaza.

Mejor no discutir, son las 22 horas de la noche pasadas y tengo un hambre que me mordería hasta el codo. Así que me dirijo a la Plaza de Armas y entro al Mc Donalds, único lugar que me saciaría el hambre a esas horas.

Ya queda menos para regresar a casa, comienzo a contar los minutos para ello... 

¡España, te hecho de menos!.



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